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Lo ves? Ya no lo ves.

    Entrar en este juego de deslizar a la derecha e izquierda es muy sencillo, lo difícil es que alguien te cuadre. Revisas perfiles y te encuentras con algunos que tienen cuerpos de Men's Health y caras de Proyecto Hombre, también está el típico que decir que han estado en la cárcel es como adivinar que al final de Juego de Tronos va a morir alguien, y otros parece que se dedican a esnifar maletas en el aeropuerto. Pero en este juego de obstáculos coincidí con F. La conversación se inició diciéndome que era un chico que vivía del aire, me imaginaba al típico soldado del ejército con ese uniforme que a algunos poco les sirve de camuflaje o a alguien que hacía paracaidismo marcando las pilas del traje con el arnés. Pero nada más lejos de la realidad, montaba aire acondicionado.Tenía su gracia, encanto, conversación y un cuerpo para el pecado, hemos venido a jugar. Una primera cita nada convencional donde él necesitaba una personal shopper para renovar su armario, nos hizo que la tar
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Todo al blanco.

  El problema de las aplicaciones no es follar, es que antes hay que hablar un montón. Aunque se puede decir que una vez que sales de las típicas preguntas del qué tal estás, del cómo va el día, a qué te dedicas y qué estás buscando aquí lo demás es coser y cantar. Pues mira guapo, yo he venido a Tinder porque necesito un fontanero para arreglar el grifo de la cocina. Cuando coincidí con D. me pareció un tío simpático y majo, trabajaba en seguridad de redes y buscaba algo lógico dentro de este tipo de relaciones, conocer gente y lo que surja. Hablábamos durante todo el día y parecía que la química fluía entre nosotros, solamente nos faltaba ponernos cara. Decidimos quedar una tarde de esas raras en las que la llovizna me iba a dejar el pelo como la Baronesa Thyssen, un pelo en el que no sabes si te has puesto una mofeta encima o estás intentando esconder droga debajo de ella. Se puede decir que con el tema de la pandemia para mí salir a tomar unas cervezas era como ir de after, sabía c

Clasificación I

     Después de unos meses utilizando aplicaciones varias creo que se puede hacer una primera clasificación de lo que os vais a encontrar en cuando le deis al botón de “crear perfil”.  En general en estas aplicaciones hay de todo, el prototipo de chico que se encuentra poco se diferencia con lo que te puedes topar un sábado por la noche pre pandémico en cualquier garito de tu ciudad. Conversación hay mucha y sobre todo de esa que no lleva a nada, pero una cosa está clara, si lo que estás buscando es algo serio, te recomiendo mejor leer las novelas de Jane Austen.  Se podría hacer una clasificación de los tíos en función del clan social al que pertenecen. Los viceversos, chicos estándar de gimnasio, con un escote más grande que el tuyo, crema antes de salir de casa y maquillaje de noche. Siempre van a la moda, o lo que ellos entienden de moda, porque los pantalones rotos con camisa arrugada permitidme que os diga que bien podría pensar que os acaban de dar una paliza. Pelo perfectamente

Cinco lobitos tiene la loba.

    La próxima vez que alguien me diga que una tía que no tiene sexo es porque no quiere, no llega a la hora de la cena vivo. Parece que está muy claro que en este tipo de aplicaciones, en las que te ofrecen un polvo antes de decirte “hola”, debe ser sencillo encontrar a alguien con quien hacerse un favor mutuo, sobre todo después de la sequía en la que nos encontramos. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Una tarde tonta de esas que no sabes si matar el tiempo comprando trapos por internet o viendo vídeos de gatitos en youtube, te pones a trastear por la aplicación y haces match con un guaperas, M. De profesión mecánico de aviones, me lo estoy imaginando como Ben Affleck en la película de Pearl Harbor, con el mono a la mitad y el torso al descubierto, ya os digo que no me hace falta ni merendar. Enseguida congeniamos, y comenzamos a hablar de nuestras vidas, sí chic@s, hay que darle mucho a las teclas para conseguir echar un polvo.  Hablamos de trabajo, gustos, afi

A mí no me mires que me tiemblas.

Las aplicaciones se han convertido en un refugio cuando el apocalipsis se acerca y te deja encerrada en casa, ya sea por el covid, la nevada del siglo, los caminantes blancos con pala y carretilla o los extraterrestres, sobre todo aquellos que viven entre nosotros y que en ocasiones puedes encontrar en Tinder. Debo admitir, que en esta época, aunque preferiría beber margaritas juego a deshojarlas. Este me gusta, derecha, este no, izquierda, mientras teletrabajo con una camiseta de propaganda y un moño donde anidan las cigüeñas. Entre todo ese amasijo de carne aparece A., un chico joven pero muy majete, alto y con cara de no haber roto un plato en su vida. Con varias profesiones a sus espaldas, actualmente militar, y claro, con esa foto en traje de faena estoy por quitarle el chaleco antibalas a mordiscos y dejarle puestas únicamente las botas. Hablamos esporadicamente, no quiere parecer muy interesado y seamos sinceras, yo tampoco estoy para subir el ego de nadie. Cuando quiere es li

Luces, cámara y acción.

Todos tenemos derecho a conocer a gente diferente, a gente afín y también a gente extraña, incluso aquellos que por su trabajo o el mundo del que se rodean se presupone que esta parte la tienen resuelta.  Cuando ví a P. en este tipo de aplicaciones no creía que pudiera ser él. Un par de meses atrás, había ido con unas amigas a ver un monólogo a un pub de la ciudad y actuó allí esa noche. Evidentemente me pareció un chico muy gracioso y físicamente atractivo, aunque en ningún momento se me pasó por la cabeza sacar la caña a pasear. La casualidad hizo que nos cruzaramos en una aplicación de ligoteo. Pensé que era una oportunidad estupenda para poder conocer a la persona que se escondía detrás de las coñas, las risas y los chistes verdes. Hicimos match y enseguida empezamos una conversación donde me tenía que encargar de llevar la voz cantante. Supongo que estaba demasiado acostumbrado a entablar conversaciones con chicas a través de la app pero mi intención tampoco era la de pelotear

Pues aquí, recortando.

    En ocasiones, es conveniente entablar una conversación durante un cierto periodo de tiempo para poder elegir muy bien con quien te tomas unos vinos, no vaya a ser que te encuentres con alguien que necesite cariño con ansia y te presente el anillo de boda en el segundo sorbo. Cuando quedé con A. parecía un tío divertido, elocuente, con mucha conversación, de profesión conductor de autobús, maduro, deportista, con ganas de hacer cosas y de llevarte en su moto a recorrer la sierra madrileña. Suena bien, ¿verdad? hasta que lo conoces en persona y se convierte en Golum, buscando un dedo al que poner el anillo de bodas y a la que será la madre de sus hijos. En realidad todos parecen normales hasta que las ganicas de tener a alguien sentado en el sofá que te caliente los pies, te prepare una taza de chocolate un domingo lluvioso mientras ves una peli americana que acabe en boda, y que te acompañe en el siguiente confinamiento o ya puestos, en el fin del mundo; les provoca que se les nuble