Entrar en este juego de deslizar a la derecha e izquierda es muy sencillo, lo difícil es que alguien te cuadre. Revisas perfiles y te encuentras con algunos que tienen cuerpos de Men's Health y caras de Proyecto Hombre, también está el típico que decir que han estado en la cárcel es como adivinar que al final de Juego de Tronos va a morir alguien, y otros parece que se dedican a esnifar maletas en el aeropuerto. Pero en este juego de obstáculos coincidí con F. La conversación se inició diciéndome que era un chico que vivía del aire, me imaginaba al típico soldado del ejército con ese uniforme que a algunos poco les sirve de camuflaje o a alguien que hacía paracaidismo marcando las pilas del traje con el arnés. Pero nada más lejos de la realidad, montaba aire acondicionado.Tenía su gracia, encanto, conversación y un cuerpo para el pecado, hemos venido a jugar. Una primera cita nada convencional donde él necesitaba una personal shopper para renovar su armario, nos hizo que la tar
El problema de las aplicaciones no es follar, es que antes hay que hablar un montón. Aunque se puede decir que una vez que sales de las típicas preguntas del qué tal estás, del cómo va el día, a qué te dedicas y qué estás buscando aquí lo demás es coser y cantar. Pues mira guapo, yo he venido a Tinder porque necesito un fontanero para arreglar el grifo de la cocina. Cuando coincidí con D. me pareció un tío simpático y majo, trabajaba en seguridad de redes y buscaba algo lógico dentro de este tipo de relaciones, conocer gente y lo que surja. Hablábamos durante todo el día y parecía que la química fluía entre nosotros, solamente nos faltaba ponernos cara. Decidimos quedar una tarde de esas raras en las que la llovizna me iba a dejar el pelo como la Baronesa Thyssen, un pelo en el que no sabes si te has puesto una mofeta encima o estás intentando esconder droga debajo de ella. Se puede decir que con el tema de la pandemia para mí salir a tomar unas cervezas era como ir de after, sabía c