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Lo ves? Ya no lo ves.

    Entrar en este juego de deslizar a la derecha e izquierda es muy sencillo, lo difícil es que alguien te cuadre. Revisas perfiles y te encuentras con algunos que tienen cuerpos de Men's Health y caras de Proyecto Hombre, también está el típico que decir que han estado en la cárcel es como adivinar que al final de Juego de Tronos va a morir alguien, y otros parece que se dedican a esnifar maletas en el aeropuerto.


Pero en este juego de obstáculos coincidí con F. La conversación se inició diciéndome que era un chico que vivía del aire, me imaginaba al típico soldado del ejército con ese uniforme que a algunos poco les sirve de camuflaje o a alguien que hacía paracaidismo marcando las pilas del traje con el arnés. Pero nada más lejos de la realidad, montaba aire acondicionado.Tenía su gracia, encanto, conversación y un cuerpo para el pecado, hemos venido a jugar.


Una primera cita nada convencional donde él necesitaba una personal shopper para renovar su armario, nos hizo que la tarde sucediera tipo Pretty Woman, mientras ese morenazo se probaba trapos, yo vigilaba lo que escondía debajo de esa camiseta cada vez que se cambiaba. Un torso relativamente tonificado, moreno, muy moreno, y con algunos tatuajes que me hacían no dejar de mirarle en toda la tarde por la rendija de la cortina. Era inevitable que al final de la tarde no pareciera Stephen Hawking en sus mejores tiempos.


Fiestas en mi barrio, excusa perfecta para una segunda cita entretenida. Me comentó que había quedado con unos amigos para ver los fuegos artificiales, a lo que insistió para que me uniera a ellos. Lo surrealista de la noche sucedió cuando me comentó que a su hijo le apetecía verle, y claro, ese niño tiene una madre. Me presentó a su ex mujer, al niño y al Espíritu Santo en patinete. Me sentí completamente fuera de lugar, justo como esa zona que está entre el ojete y los huevos, en tierra de nadie.


Bebimos, reímos, y disfrutamos con sus amigos, ellos insistieron mucho en que se quedara en mi casa a dormir, a lo que yo no puse ninguna resistencia. Me iba a llevar a un maromo a mi casa del que podía abusar tranquilamente y sin testigos, ya tenía el guión de mi propia peli porno montado en la cabeza.


Cinco de la mañana, cualquier hora es buena para ponerse al lío aunque la boca le huela a Charlie Sheen, pero bien es cierto que lo de tirarte a un cadáver balbuceando como un bebé no es lo mío, esperaba que a la mañana siguiente me lo agradeciera con creces y estuviera bebiendo ahí abajo hasta que se le pasara la resaca.


Y ese fue mi error, todo por un polvo mágico, aguantar ronquidos tipo orangután atropellado intentando luchar por su vida, que me quitase mi lugar en la cama, mi almohada favorita y hasta las ganas de vivir. La noche fue lo más parecido a La Purga, dormir con un ojo abierto deseando que acabe y que de una vez salga el sol.


Me desperté con la imagen más erótica que mis ojos habían visto en años, ya no quería tirármelo, lo quería fosilizar y quedármelo de decoración en mi habitación, efectivamente estaba más guapo callado. Completamente desnudo, boca abajo, con una espalda torneada y un culo que asomaba fuera de las sábanas y que simplemente mirarlo ya me aplacaba el hambre.


Creerme que lo intenté, despertarlo cariñosamente, dejarle su tiempo y sobre todo ducharme y situarme a su lado completamente desnuda con una simple bata que tapaba ligeramente mi cuerpo. Cuando vi que se levantaba y se dirigía como su madre lo trajo al mundo, y le dio ese pedazo de po…, hacia la ducha. Ya estaba imaginando que el desayuno que me esperaba me iba a dejar saciada.


Y comenzó a vestirse, delante de mis narices, con mi cara de asombro como vaca viendo pasar un tren. No podía creerlo y por supuesto le pregunté si se marchaba, a lo que con todas sus santas pelotas dijo que sí y una excusa de esas baratas que le cuentas a tu madre cuando llegas a casa meado un sábado por la noche y no sabes si es por viejo o por borracho. Me volvió a reiterar que quería irse y le hice el paseillo hacía la puerta.


Mi cerebro: “Te veré abandonado en la puerta de un cajero mientras sobrevives haciendo mamadas”.
Y él se atrevió a hablar: Bueno si el fin de semana te vas para tu tierra recuerda traer Miguelitos.


En ese instante solamente tenía ganas de atizarle una hostia con la goma la olla, pero no hay que llegar a tanto aunque en ocasiones prefieras que la boca te huela a escroto que a fracaso. Siempre hay que despedirse con elegancia “Te insultaría, pero luego tendría que explicarte el insulto, por tanto lo dejamos aquí! Hasta luego Mari Carmen”.

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